Acostumbrado, por su profesión de magistrado, a lidiar
con el turbio mundo del crimen organizado, el italiano Gianrico
Carofiglio bucea en los recuerdos de un "carabiniere" infiltrado en el
narcotráfico en "El silencio de la ola", una novela sobre la capacidad
del hombre para rehacer su vida.
Publicada en España por La Esfera de los libros, la novela viene
precedida del éxito alcanzado en Italia, donde este escritor, senador
del Partido Republicano y creador del famoso abogado Guido Guerreri, ha
vendido más de un millón de ejemplares de sus obras, traducidas a 24
idiomas.
"Creo que la legalización de las drogas debería afrontarse sin
prejuicios ideológicos". El autor facilita por correo electrónico claves de su libro y alude
brevemente a la situación de Italia:
"En las próximas elecciones nada será como antes", asegura Carofiglio
(Bari, 1961), cuya nueva novela refleja desde el título la pasión que
siente por el surf, un deporte que "juega un papel fundamental" en estas
páginas y que le "fascina", lo mismo que las olas: "paso horas
mirándolas cuando el mar está revuelto. Uno y otras son fuentes de
extraordinarias metáforas".
A golpe de sesión de psicoanálisis, de forma más fría al principio y
con un ritmo más intenso a medida que aumenta la confianza en el
psicoterapeuta, el lector se irá enterando de por qué ha saltado por los
aires la vida de Roberto Marías, agente encubierto, infiltrado en el
narcotráfico internacional durante años. Esa doble vida le pasará
factura.
El sentimiento de pérdida, la soledad, el poder de los sueños y la
fragilidad humana impregnan las páginas de esta excelente novela
psicológica, en la que el trío protagonista lo completan un niño de once
años que sueña con ser escritor -"el personaje más autobiográfico" del
libro, dice- y Emma, una exactriz cuya vida atraviesa también por
momentos difíciles.
Hacía años que Carofiglio deseaba "contar una historia de este tipo,
hacer aflorar los recuerdos y el drama del protagonista principal a
través de lo que le va contando a un psicoterapeuta. La escritura se
alimenta más que de ninguna otra cosa de estas pequeñas (o a veces
grandes) obsesiones".
La vida de Roberto se desarrolla en un mundo que Carofiglio conoce
bien como procurador antimafia de su provincia: el del crimen
organizado, la corrupción y la esclavitud sexual.
En un momento dado del libro se dice que la única forma de acabar con el narcotráfico sería "legalizar las drogas".
"He detenido durante años a centenares de traficantes y camellos;
decomisábamos un montón de droga y nos dábamos cuenta de que todo ese
trabajo no tenía ningún efecto sobre el comercio ni sobre el consumo de
esas sustancias". "No estoy del todo seguro, pero creo que el tema de la legalización
(que es algo muy diferente de la liberalización, a la que soy totalmente
contrario) debería afrontarse sin prejuicios ideológicos", subraya el
autor de "Las perfecciones provisionales" y "No existe la sabiduría",
dos libros suyos también publicados en España.
Carofiglio suele ambientar sus novelas en Bari, pero en esta ocasión
lo hace en Roma, donde, desde hace cinco años, pasa la mitad de su
tiempo.
El escritor tiene "muchas dudas" sobre la eficacia del psicoanálisis
para arreglar los problemas de la gente, pero cree que la cuestión
depende sobre todo del terapeuta. "Todos tenemos nuestra cuota de locura", dice el psiquiatra de la
novela, una frase que refleja "exactamente" el pensamiento de
Carofiglio: "La salud mental -comenta el autor- es la capacidad de
convivir serenamente con la propia dosis personal de locura".
Metido de lleno en la política italiana, este senador afirma que la
situación de su país "está mejor desde hace unos meses. El próximo año
creo que las cosas cambiarán de un modo no previsible y en las próximas
elecciones nada será como antes".
Muy crítico con Berlusconi -"no ha existido ningún gobierno peor que
el de Berlusconi", suele decir-, Carofiglio se muestra cauto cuando se
le pregunta si la solución está en el tecnócrata Mario Monti.
"Digámoslo así: Italia tenía fiebre alta y hacía falta un médico
capaz de hacérsela bajar. Pasada la enfermedad, o al menos su fase
aguda, habrá que volver a la vida política normal", señala el escritor.
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