jueves, 24 de junio de 2010

"Kafka en la orilla" de Haruki Murakami

"A medida que mis músculos se endurecían como el metal, me iba convirtiendo en una persona callada. Intentaba evitar que las emociones se me traslucieran en el rostro, me entrenaba para ser capaz de impedir que profesores y compañeros de clase adivinasen qué estaba pensando. Pronto entraría en el cruel y agresivo mundo de los adultos y tendría que sobrevivir en él yo solo. Debería ser más fuerte que nadie.
Al mirarme al espejo descubría en mis ojos la frialdad de los ojos de un lagarto, veía cómo mi rostro se había vuelto más duro e inexpresivo. Pensándolo bien, hacía tanto tiempo que no me reía que ni recordaba cuándo había sido la última vez. Ni siquiera sonreía. Ni a los demás ni a mí mismo.

Pero no siempre podía salvaguardar ese apacible aislamiento. En ocasiones, el alto muro que debía protegerme se desmoronaba sin más. No sucedía con frecuencia, pero a veces ocurría. Antes de que pudiera darme cuenta, la pared había desaparecido y yo estaba expuesto completamente desnudo al mundo. En esas ocasiones me sentía confuso. Terriblemente confuso. Además, allí había una profecía. Allí había una profecía semejante a las aguas negras."
En mi humilde opinión, Kafka en la orilla es un libro profundo e impactante. Lleno de connotaciones espirituales y filosóficas que llevan al lector a sentirse un poco más humano. Pero siempre hay que juzgar por uno mismo. Vean:
Kafka en la orilla traza dos historias paralelas: La de un niño de quince años, Kafka Tamura, que decide escapar de su casa impulsado por el vacío que siente por la ausencia de su madre y la incomprensión de su padre y acompañado por una voz de un chico llamado Cuervo, su alter ego, tan filosófico como déspota. Y por si fuera poco, Kafka huye atormentado de la profecía de Edipo Rey.
Por otro lado tenemos la historia de un hombre de sesenta años, Nakata, quien de niño sufrió un extraño accidente que lo dejó marcado de por vida: perdió toda su capacidad cognitiva reemplazándose ésta por la capacidad de hablar y comunicarse con los gatos. Nakata recorre mundo acompañado de un camionero y huye atormentado del acoso de Johnnie Walker, que para los pocos aplicados al tema, es el nombre de un whisky.
El vínculo entre Kafka y Nakata no es visible pero es presente. Hay un contraste muy importante: Mientras Kafka lucha para evitar su destino, Nakata todo lo acepta como le es dado.
Habrá varios espacios y esferas por donde se desenvuelven los personajes, representantes todos ellos de un mundo donde se desarrolla el conocimiento, el misterio y la suspensión del tiempo.
Hay mucha gente que opina que es una novela sin sentido, pero todo tiene su origen, su fundamento, y como todo, su gran final.

sábado, 12 de junio de 2010

Sobre el leer

Cuando preguntamos que porque es importante leer se nos dice que porque nos proporciona instrucción y cultura, hábitos de reflexión, análisis, esfuerzo y concentración. Todo ello es cierto, más yo creo que es algo mucho más profundo: 


Pienso que leer es una de las pocas formas de ser libre. Aunque si no eligieras bien podrían esclavizarte. Pienso que leer es encontrarse a sí mismo. Leer es refugiarse, no de forma cobarde, aunque hay de todo. 
Leer es transformarse, ponerte en la piel de otro…o recordar de qué sabor es la tuya. Es perder el mundo de vista, y encontrarlo quizá de repente desde otro punto de vista. Leer es desnudarse por dentro, aunque te vistan de palabras. Es caer en lo más profundo y luego volver a subir, si es que puedes hacerlo. Es reconocerte en cada párrafo, a ti o a los tuyos. O lo que deseas ser. Leer es sentir calor o frío ante una determinada frase y entonces saber por fin qué eres, o de que pasta estás hecha. Leer es sangrar, recordar viejas heridas y cicatrices, y algunas veces volverlas a abrir, y volver, de nuevo, a sangrar. Leer es una lucha contra ti misma y tu pensamiento. Un conflicto, una batalla interior. Leer es apreciar o despreciar la vida, saborearla o volverla más amarga. Pero sentirla.


No todo el mundo sabe leer, la mayoría no saben ser libres. No saben transformarse, ni ponerse en la piel de otros, ni saben de qué sabor es la suya. Yo les invito a que me sigan y que juntos aprendamos a ser, siempre, un poco más libres.