miércoles, 25 de noviembre de 2015

Rojo y negro, la censura de Franco

El lunes echaron en la tele una película española de gran valor histórico, Rojo y negro, la única película de corte falangista sobre la Guerra Civil estrenada en 1945 y dirigida por Carlos Arévalo, quien había sufrido en sus propias carnes la persecución por parte de los milicianos, que mataron y asesinaron a su padre y hermano.

Aunque es una película de corte falangista, está lejos del panfleto franquista de la época, de hecho fue retirada de la cartelera a las tres semanas del estreno y prohibida por las altas jerarquías, hasta que a mediados de los 90 se recuperó una copia debajo de una espesa capa de polvo en los sótanos de las dependencias del Departamento Nacional de Cinematografía junto a otras cintas y documentales republicanos preparados para su destrucción. 

La película cuenta la historia de Luisa y Miguel, novios desde que eran niños, que empiezan a verse separados en el Madrid republicano de la contienda debido a ideologías contrapuestas. Luisa, protagonizada por Conchita Montenegro, se afilia a La Falange y Miguel (Ismael Merlo) se convierte en comisario político de los republicanos. Entretanto, en la calle, se suceden asesinatos, destrucciones de iglesias y quema de cultivos. Empieza nuestra encarnizada guerra civil. Pero a pesar de las diferencias ideológicas y de que ambos deciden el camino revolucionario en caminos opuestos, los dos protagonistas siguen conservando su amor y su honestidad.
Luisa, lejos de ser el prototipo de mujer patriota de la época en la que la mujer quedaba recluida a la casa y a los hijos, se dedica a ayudar a sus camaradas haciendo actos arriesgados. Así se cuela en la checa de Fomento fingiendo ser libertaria para ver si está arrestado allí uno de sus compañeros, una impresionante escena donde se nos muestra, en este caso concreto donde Madrid está controlado por el Frente Popular, la crueldad de un bando y la angustia del otro. Pero a pesar de todo, los personajes comunistas no dejan de ser humanos, no están endemoniados ni caricaturizados como en la mayoría de las películas que solemos ver, sino que tienen razones y respuestas a una realidad que les supera. Supongo que por eso fue retirada, porque no critica a un solo bando y ensalza al otro, si no que refleja la verdadera realidad de una guerra, la batalla siniestra y atroz entre familias, compañeros, novios y vecinos que supuso la Guerra Civil Española. Y es por eso que merece la pena  verla, para recorrer por un momento el Madrid republicano en los tres años de guerra y ponerse en los ojos de quienes lo vivieron, comprobar la barbarie que sufrieron ambos bandos y las muertes injustas que se sucedieron. Las dos últimas escenas, soberbias, por cierto, no dejan lugar a dudas.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

Mudanzas y libros

Este último mes me ha tocado volver a empaquetar cajas y más cajas, nueva mudanza y volver a empezar. La verdad es que eso no me importa cuando se trata de libros. Y aunque me da pena verlos guardados, insignificantes dentro de la caja, como si no aportaran nada o no fueran parte de nadie, al llegar a la nueva casa me encanta eso de volver a ordenarlos en su pertinente estantería, a recordar lo que significan para mí. Cuando los empaqueto, tengo la costumbre de guardar los más importantes en una caja aparte. Son los que, para mí, han significado mucho, los que me emocionaron o me cambiaron la vida. Libros que, de caberme, estarían siempre en mi mesita de noche. Esa caja se llama, como no podría ser de otra manera, "libros especiales" y guardan un valor muy especial para mí. Muchos son libros que me marcaron la infancia o la adolescencia, libros que, quizá, ahora volvería a leer y ya no encontraría la misma pasión que cuando los leí por primera vez. Y es que, con el tiempo, uno va desilusionándose y ya no se sorprende con la misma facilidad que antes. Pero en el fondo, todos estos libros tienen algo, o quizá mucho, de mí misma. En ellos dejé una parte de mí, huellas indelebles para siempre. 

Creo que debo darle las gracias a mis padres por mi pasión por la lectura que es un valor que me gustaría inculcarle a mi hijo. Gracias a ellos empecé a leer desde muy joven. Recuerdo tardes con mi madre en la biblioteca eligiendo libros y, más tarde, pasar horas en mi habitación devorándolos. Creo que los libros abren muchas puertas, te abren la mente y, como dije en algún escrito anterior, te hacen ponerte en la piel de otro por lo que, al fin y al cabo, te hacen más humano. Me gusta mucho el texto de Charles Warnke "Sal con una chica que lee" porque me siento descrita en él.

Ahora, estoy cerrando con tristeza esa caja de "libros especiales", guardados cuidadosamente después de quitarles el polvo y recordar qué me hicieron sentir. En ellos hay anotaciones y subrayados, algún papel o foto que me hacía de "punto" y que me permite recordar en qué momento o lugar los leí. Algunos están en perfecto estado y otros no tanto, con manchas o mojados por la lluvia. Libros que me han hecho compañía en los peores momentos, donde encontré consuelo, diversión, más respuestas que preguntas y un lugar donde sentirme en paz.

En esa caja están: La metamorfosis (Kafka), Cuentos completos (Kafka), Mis prisiones (Paul Verlaine), Artículos (Larra), El guardián entre el centeno (J.D.Salinger), Las flores del mal (Baudelaire), Poesía completa (Antonio Machado), Poesía completa (Miguel Hernández), Desventuras del joven Werther (Goethe), Madame Bovary (Flaubert), La calle de la luna (Kiko Méndez-Monasterio), Lo nuestro y lo triste (Kiko Méndez-Monasterio), La sombra del viento (Carlos Ruiz Zafón), Marina (Carlos Ruiz Zafón), Cyrano de Bergerac (Edmond Rostand), Caballos desbocados (Yukio Mishima), 1984 (George Orwell), Así habló Zaratustra (F. Nietzsche), El caminante y su sombra (F. Nietzsche), Kafka en la orilla (Murakami), Fahreinheit 451 (Ray Bradbury), El retrato de Dorian Gray (Oscar Wilde), Toda la saga del capitán Alatriste (Pérez Reverte), Romeo y Julieta (Shakespeare), Ultimas tardes con Teresa (Juan Marsé), Veinte poemas de amor y una canción desesperada (Pablo Neruda),  Yonqui (Burroughs), Rojo y negro (Stendhal), La ciudad de la alegría (Dominique Lapierre), Instinto de libertad (Alan Clements), La frontera invisible (Kilian Jornet), Matilda (Roal Dahl), Las uvas de la ira (John Steinbeck), Hombres sin mujeres (Haruki Murakami), La habitación de Nona (Cristina Fernandez Cubas). 


Supongo que debo dejarme algunos por nombrar pero por hoy basta. Ojalá estos libros ayuden a otros igual que un día me ayudaron a mí.