miércoles, 4 de noviembre de 2015

Mudanzas y libros

Este último mes me ha tocado volver a empaquetar cajas y más cajas, nueva mudanza y volver a empezar. La verdad es que eso no me importa cuando se trata de libros. Y aunque me da pena verlos guardados, insignificantes dentro de la caja, como si no aportaran nada o no fueran parte de nadie, al llegar a la nueva casa me encanta eso de volver a ordenarlos en su pertinente estantería, a recordar lo que significan para mí. Cuando los empaqueto, tengo la costumbre de guardar los más importantes en una caja aparte. Son los que, para mí, han significado mucho, los que me emocionaron o me cambiaron la vida. Libros que, de caberme, estarían siempre en mi mesita de noche. Esa caja se llama, como no podría ser de otra manera, "libros especiales" y guardan un valor muy especial para mí. Muchos son libros que me marcaron la infancia o la adolescencia, libros que, quizá, ahora volvería a leer y ya no encontraría la misma pasión que cuando los leí por primera vez. Y es que, con el tiempo, uno va desilusionándose y ya no se sorprende con la misma facilidad que antes. Pero en el fondo, todos estos libros tienen algo, o quizá mucho, de mí misma. En ellos dejé una parte de mí, huellas indelebles para siempre. 

Creo que debo darle las gracias a mis padres por mi pasión por la lectura que es un valor que me gustaría inculcarle a mi hijo. Gracias a ellos empecé a leer desde muy joven. Recuerdo tardes con mi madre en la biblioteca eligiendo libros y, más tarde, pasar horas en mi habitación devorándolos. Creo que los libros abren muchas puertas, te abren la mente y, como dije en algún escrito anterior, te hacen ponerte en la piel de otro por lo que, al fin y al cabo, te hacen más humano. Me gusta mucho el texto de Charles Warnke "Sal con una chica que lee" porque me siento descrita en él.

Ahora, estoy cerrando con tristeza esa caja de "libros especiales", guardados cuidadosamente después de quitarles el polvo y recordar qué me hicieron sentir. En ellos hay anotaciones y subrayados, algún papel o foto que me hacía de "punto" y que me permite recordar en qué momento o lugar los leí. Algunos están en perfecto estado y otros no tanto, con manchas o mojados por la lluvia. Libros que me han hecho compañía en los peores momentos, donde encontré consuelo, diversión, más respuestas que preguntas y un lugar donde sentirme en paz.

En esa caja están: La metamorfosis (Kafka), Cuentos completos (Kafka), Mis prisiones (Paul Verlaine), Artículos (Larra), El guardián entre el centeno (J.D.Salinger), Las flores del mal (Baudelaire), Poesía completa (Antonio Machado), Poesía completa (Miguel Hernández), Desventuras del joven Werther (Goethe), Madame Bovary (Flaubert), La calle de la luna (Kiko Méndez-Monasterio), Lo nuestro y lo triste (Kiko Méndez-Monasterio), La sombra del viento (Carlos Ruiz Zafón), Marina (Carlos Ruiz Zafón), Cyrano de Bergerac (Edmond Rostand), Caballos desbocados (Yukio Mishima), 1984 (George Orwell), Así habló Zaratustra (F. Nietzsche), El caminante y su sombra (F. Nietzsche), Kafka en la orilla (Murakami), Fahreinheit 451 (Ray Bradbury), El retrato de Dorian Gray (Oscar Wilde), Toda la saga del capitán Alatriste (Pérez Reverte), Romeo y Julieta (Shakespeare), Ultimas tardes con Teresa (Juan Marsé), Veinte poemas de amor y una canción desesperada (Pablo Neruda),  Yonqui (Burroughs), Rojo y negro (Stendhal), La ciudad de la alegría (Dominique Lapierre), Instinto de libertad (Alan Clements), La frontera invisible (Kilian Jornet), Matilda (Roal Dahl), Las uvas de la ira (John Steinbeck), Hombres sin mujeres (Haruki Murakami), La habitación de Nona (Cristina Fernandez Cubas). 


Supongo que debo dejarme algunos por nombrar pero por hoy basta. Ojalá estos libros ayuden a otros igual que un día me ayudaron a mí.

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