domingo, 26 de febrero de 2012

Un libro da voz a los leones del Congreso y narra historias de sus señorías

¿Se llevan realmente tan mal los diputados de distintos partidos? ¿Qué hacen en sus ratos de ocio entre sesión y sesión los parlamentarios? ¿Cómo es su relación con los periodistas? ¿Hay tiempo, incluso, para el flirteo?

A estos y otros interrogantes pretende dar respuesta de forma desenfadada el libro "Los leones del Congreso", del periodista Federico Utrera, publicado por "La esfera de los libros" y subtitulado "Peleas, amores, pactos, amistades y vicios de los diputados".

Algunos supuestos secretos íntimos de sus señorías salen a la luz poniéndolos en boca de los dos enormes felinos de bronce que custodian la entrada principal de la Cámara Baja y que cobran vida en este libro para contarlos y para recopilar anécdotas y curiosidades vividas en el edificio de la Carrera de San Jerónimo.
Las muchas horas compartidas allí por los diputados y de las que han sido testigos de excepción los informadores, han dado pie a todo tipo de vivencias que han llegado a acabar incluso en matrimonio.
 El autor enumera algunas de ellas y, como muestra de lo que han cambiado las cosas, recuerda que cuando se tramitó la ley del divorcio, eran veinticinco los diputados y senadores que estaban separados de hecho, mientras que en 2008 había ya tres divorcios por cada cuatro matrimonios.

También da cuenta de encuestas más o menos públicas que en algún momento se han hecho para conocer qué señoría despertaba más interés entre las del sexo contrario, así como del talante con el que algunas acogieron rumores que se iban difundiendo sobre su supuesta orientación sexual.

Narra igualmente cómo la etapa de la Transición se prestó a una especial complicidad entre parlamentarios y periodistas, que llegaron a compartir fiestas habituales como las que cita con protagonistas como Felipe González o Alfonso Guerra.

Ser hijo de, hermano de, cónyuge de, o tener algún otro familiar con renombre en política, ha servido para allanar el camino hacia un escaño en las Cortes u otro puesto de relevancia.
El autor hace un repaso de todo ello poniendo ejemplos de apellidos que lo demuestran como los de Gallardón, Cabanillas, Mayor Oreja y Fraga, o recordando el salto a la política que dio la que fue esposa de Felipe González, Carmen Romero, o el primer plano en el que está ahora la mujer del expresidente José María Aznar, Ana Botella.

La obra repasa la historia del bar del Congreso, en su día bautizado con el nombre de "El merendero del cojo" en alusión al conde Romanones por haber sido él quien acometió una reforma de este recinto, y recuerda algún otro en los aledaños de la Cámara en el que durante muchos años han pasado parte de sus ratos libres diputados y representantes de los medios de comunicación.

La afición al mus compartida sirve para relatar alguna partida de muchas horas de duración o las que protagonizaba José Luis Rodríguez Zapatero cuando era un parlamentario de a pie y ni por asomo intuía que podía llegar a ser el inquilino del Palacio de la Moncloa.

Si el día a día del Congreso ha constatado que diputados pertenecientes a distintos partidos pueden llegar a llevarse muy bien (un ejemplo que cita es el del líder de Fuerza Nueva, Blas Piñar, y el representante de Euskadiko Ezkerra Juan María Bandrés) y salir a cenar y bailar juntos, también ha vivido todo lo contrario.

Sus muros han albergado insultos, agresiones o retos a batirse en duelo como el protagonizado por el que fuera parlamentario y escritor Vicente Blasco Ibáñez.

Mucho más reciente es el enfado con el actual líder del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, del diputado del PP Rafael Hernando, quien tuvo que ser sujetado por varios de sus compañeros tras un caluroso debate en el que no le gustó que el primero acusara a su partido de mentir y le hiciera un gesto llevándose la palma de la mano a la cara.

Utrera recuerda también algunos hechos anecdóticos vividos en viajes oficiales de parlamentarios y en campañas electorales, reúne sonetos y ripios que se han cruzado en algún momento los dueños de los escaños, los motes con los que han sido conocidos algunos, o sus lecturas y aficiones preferidas.

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