Esta última sátira transcurre en
el momento actual, con un viejo protagonista, que apareció por primera
vez en 1978 en "El misterio de la cripta embrujada", y que ahora,
rodeado de una peculiar tropa de marginales, acabará desarticulando una
acción terrorista que tiene como objetivo a una importantísima mujer, Ángela.
El barcelonés asegura que el humor crea siempre una distancia que
"permite un retrato al minuto de las cosas que ocurren, algo que el
rigor, la seriedad y el realismo no permitirían".
Reconociendo que en novelas como esta, que vuelve a publicar Seix
Barral, se deja llevar por el "disparate y la tontería", dibuja un friso de una
Barcelona en crisis, con personajes al margen de la sociedad que en sus
pesquisas detectivescas, comandadas por su anónimo sabueso (todavía no
le ha encontrado nombre), se reúnen en el restaurante "Se vende perro".
Los únicos que tienen iniciativa son una familia de chinos, que
regentan un bazar y que acabarán haciendo una oferta al "mendoziano"
personaje del detective-peluquero (también protagonista de "El laberinto
de las aceitunas" y "La aventura del tocador de señoras") para adquirir
su establecimiento y montar allí un restaurante.
"Los chinos -ha reflexionado- son el misterio más grande de nuestro
tiempo. Al final, han acabado conquistando el mundo y lo han conseguido
vendiendo birrias como bombillas que se funden antes de enroscarlas. Han
visto que lo que queríamos era comprar barato y nos han arruinado".
Por otra parte, considera que la situación de zozobra constante de la
economía española ha provocado que en el país "se recuperara algo que
se había olvidado: que somos un país pobre, cutre, de bohemios y
pícaros". "Nos está bien lo que nos pasa", ha apostillado.
Respecto al hecho de que se le asocie ya para siempre a Barcelona, el
autor de "La verdad sobre el caso Savolta" confiesa que no piensa en
esta responsabilidad, porque le "abrumaría", pero sí reconoce que todas
las ciudades tienen su Literatura. "En mi caso, Barcelona me representa a
mí. Pasó de ser una ciudad del montón a una ciudad de moda, lo que no
entiendo, pero es real", precisa.
Tímido por naturaleza y vestido siempre de hombre serio, dice echar
de menos a su amigo Manuel Vázquez Montalbán, tanto a nivel personal
como a nivel profesional. "Éramos un poco complementarios, con su
detective andando por otros territorios físicos e ideológicos diferentes
del mío. Al desaparecer este contrapeso, no quisiera ser el único
representante de este tipo de Literatura, porque es algo que me
desborda".
Sobre su oficio, mantiene que los escritores "somos bazofia -ha
dicho-, pero los lectores somos adorables, porque hay que ver lo que
tragamos, pagando y poniendo de nuestra parte en cada obra que leemos".
Del futuro también ha hablado y, como en otras ocasiones, ha señalado
que siempre cree que cada novela que acaba "va a ser la última que
escriba", aunque ha confesado que incluso en las que el final es muy
cerrado siempre deja "algo abierto por si algún día no se me ocurre
nada", ha confesado, y pueda acabar tirando de ese hilo.
Lo que sí ha quedado claro es lo que tiene previsto hacer el sábado
por la noche, puesto que nada más empezar su alocución ha preguntado muy
serio si el Levante-Barça lo daban en directo por televisión, deseando
que los azulgrana se impongan.
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