"Esta revolución no se ganará o perderá en un retiro para meditar, una calle de la ciudad, un salón o un monasterio. Se logrará en la vanguardia del corazón humano: esa borrascosa región donde luchan el bien y el mar, el genio y la locura, la paz y la guerra por el dominio de la conciencia, la libertad y el amor. Pienso que cuando el compromiso, la duda o la vacilación dejan de atraernos, resulta inevitable que encontremos un inesperado atisbo de lo sagrado. Empezamos a escuchar nuestro instinto de libertad -lo que realmente amamos- y dejamos atrás todo lo demás.
Así es como me sucedió a mi."
Este libro es parte de la biografía de Alan Clements, el primer estadounidense que se convirtió en monje budista en el país surasiatico de Birmania.
En un principio cuenta que dejó la universidad y se dedicó a pintar, creyendo que esto le aportaría la felicidad que ansiaba pues estaba descontento consigo mismo y con todo lo que le rodeaba. Explica que pintaba bajo la influencia de alucinógenos como forma de explorar la conciencia y como forma muchas veces de liberación. Aún así, nunca logró escapar de su tristeza perturbadora. Fue cuando decidió aprender los fundamentos de la meditación budista y se marchó a Birmania, dándose cuenta de que Birmania era lo que siempre había estado buscando. "Sentí que había llegado al final de mi búsqueda. Había terminado con los libros. Con el viaje indefinido. Con cualquier otra conversación que no condujese a nada. Quería conocer el mismo silencio al que se refieren todos los santos a lo largo de la historia como la esencia de la experiencia humana. Sentarse en calma para meditar con los ojos cerrados y adentrarse en una autonciencia continua eran las únicas cosas lógicas que quedaban por hacer. Quería la iluminación. Quería una paz perfecta, una realización perfecta, una transcendencia perfecta de mi ser sufriente y de este mundo en llamas."
Allí se convirtió en célibe, donde encontró la felicidad en la entrega y la dedicación al conocimiento de la mente. "A veces, literalmente, lloraba de alegría por haber encontrado mi tribu, mi familia y mi razón para vivir." Pero entonces el país se encontraba sumido en un estado de terror totalitario bajo el gobierno del general Ne Win y miles de monjes recurrieron a las armas para luchar contra el régimen al lado de su pueblo oprimido. Meses después tuvo que dejar el país por orden del gobierno. Viajó por todos lados, pues al volver a la sociedad se encontraba de nuevo sumido en la tristeza y el vacío espiritual que le provocaba el mundo occidental. Aún así consiguió realizarse como monje, pudiendo explorar los límites de su propia conciencia, viajando por todo el mundo, estando en diversos escenarios de guerra.
Hay algunas reflexiones del autor que me gustaría exponer aquí. Cuando habla de la depresión. "Creo que la depresión es la consecuencia de sentir con intensidad (...) lo que se diagnostica como depresión no es otra cosa que un despertar a la autenticidad existencial y que no debería tratarse nunca como un problema psicológico del carácter que hay que corregir. (...) Lo primero que hay que hacer ante una depresión es escucharla como una llamada natural a aceptar nuestra propia humanidad y nuestra belleza natural, tal y como somos: dolidos, llorando y sintiéndonos derrotados. (...) La depresión empieza a perder su fuerza debilitadora cuando decidimos dejar de juzgarnos por sentimientos como la pena y nos exigimos ser más fuertes y menos atormentados, mejores y más profundos."
Según el autor cualquier grado de apego con cualquier forma de materialismo produce sufrimiento, por ello el motivo de la meditación consiste en cesar el apego y sufrimiento personal. También la ignorancia es considerada una fuente de sufrimiento "-no saber cómo amar y devolver la vida-."
Para los budistas existen dos maneras de encontrar la liberación. La primera es a través de las relaciones porque a través de ellas nos conocemos a nosotros mismos y sirviendo a los demás, pues no estamos tan fijados en nosotros mismos "fijación que es la raíz causal del odio, el miedo, la ira y todas las formas del sufrimiento." Y la otra es a través de la meditación y el aprendizaje de la mente y la conciencia. "El que medita practica morir en cada momento".
Este libro evoca una firme necesidad del hombre por conocerse, por explorarse, por encontrar nuestra propia autenticidad existencial. Por encontrar la verdadera felicidad.
En un principio cuenta que dejó la universidad y se dedicó a pintar, creyendo que esto le aportaría la felicidad que ansiaba pues estaba descontento consigo mismo y con todo lo que le rodeaba. Explica que pintaba bajo la influencia de alucinógenos como forma de explorar la conciencia y como forma muchas veces de liberación. Aún así, nunca logró escapar de su tristeza perturbadora. Fue cuando decidió aprender los fundamentos de la meditación budista y se marchó a Birmania, dándose cuenta de que Birmania era lo que siempre había estado buscando. "Sentí que había llegado al final de mi búsqueda. Había terminado con los libros. Con el viaje indefinido. Con cualquier otra conversación que no condujese a nada. Quería conocer el mismo silencio al que se refieren todos los santos a lo largo de la historia como la esencia de la experiencia humana. Sentarse en calma para meditar con los ojos cerrados y adentrarse en una autonciencia continua eran las únicas cosas lógicas que quedaban por hacer. Quería la iluminación. Quería una paz perfecta, una realización perfecta, una transcendencia perfecta de mi ser sufriente y de este mundo en llamas."
Allí se convirtió en célibe, donde encontró la felicidad en la entrega y la dedicación al conocimiento de la mente. "A veces, literalmente, lloraba de alegría por haber encontrado mi tribu, mi familia y mi razón para vivir." Pero entonces el país se encontraba sumido en un estado de terror totalitario bajo el gobierno del general Ne Win y miles de monjes recurrieron a las armas para luchar contra el régimen al lado de su pueblo oprimido. Meses después tuvo que dejar el país por orden del gobierno. Viajó por todos lados, pues al volver a la sociedad se encontraba de nuevo sumido en la tristeza y el vacío espiritual que le provocaba el mundo occidental. Aún así consiguió realizarse como monje, pudiendo explorar los límites de su propia conciencia, viajando por todo el mundo, estando en diversos escenarios de guerra.
Hay algunas reflexiones del autor que me gustaría exponer aquí. Cuando habla de la depresión. "Creo que la depresión es la consecuencia de sentir con intensidad (...) lo que se diagnostica como depresión no es otra cosa que un despertar a la autenticidad existencial y que no debería tratarse nunca como un problema psicológico del carácter que hay que corregir. (...) Lo primero que hay que hacer ante una depresión es escucharla como una llamada natural a aceptar nuestra propia humanidad y nuestra belleza natural, tal y como somos: dolidos, llorando y sintiéndonos derrotados. (...) La depresión empieza a perder su fuerza debilitadora cuando decidimos dejar de juzgarnos por sentimientos como la pena y nos exigimos ser más fuertes y menos atormentados, mejores y más profundos."
Según el autor cualquier grado de apego con cualquier forma de materialismo produce sufrimiento, por ello el motivo de la meditación consiste en cesar el apego y sufrimiento personal. También la ignorancia es considerada una fuente de sufrimiento "-no saber cómo amar y devolver la vida-."
Para los budistas existen dos maneras de encontrar la liberación. La primera es a través de las relaciones porque a través de ellas nos conocemos a nosotros mismos y sirviendo a los demás, pues no estamos tan fijados en nosotros mismos "fijación que es la raíz causal del odio, el miedo, la ira y todas las formas del sufrimiento." Y la otra es a través de la meditación y el aprendizaje de la mente y la conciencia. "El que medita practica morir en cada momento".
Este libro evoca una firme necesidad del hombre por conocerse, por explorarse, por encontrar nuestra propia autenticidad existencial. Por encontrar la verdadera felicidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario