"Ya en mi edad pocas veces gusto de alterar el orden que en mi manera de vivir tengo hace tiempo establecido, y fundo esta repugnancia en que no he abandonado mis lares ni un solo día para quebrantar mi sistema, sin que haya sucedido el arrepentimiento más sincero al desvanecimiento de mis engañadas esperanzas. Un resto, con todo eso, del antiguo ceremonial que en su trato tenían adoptado nuestros padres, me obliga a aceptar a veces ciertos convites a que parecería el negarse grosería, o por lo menos ridícula afectación de delicadeza."
Larra fue un testigo del paso en nuestro país del antiguo al nuevo régimen donde las viejas ideas se resistían a desaparecer, y las nuevas no sabían abrirse camino sin violencia. Larra abre la lista de escritores que verán a España de forma apasionada y dolorida; por esto Larra es considerado, junto con Bécquer, Espronceda y Rosalía de Castro el representante del romanticismo español.
Larra fue un testigo del paso en nuestro país del antiguo al nuevo régimen donde las viejas ideas se resistían a desaparecer, y las nuevas no sabían abrirse camino sin violencia. Larra abre la lista de escritores que verán a España de forma apasionada y dolorida; por esto Larra es considerado, junto con Bécquer, Espronceda y Rosalía de Castro el representante del romanticismo español.
Conviene recordar que el estilo artístico imperante en el siglo XVIII había sido el neoclasicismo, y que el romanticismo fue una reacción violenta contra la racionalidad neoclásica.
El romanticismo es rebeldía e insatisfacción, ansia de libertad y de infinito que nunca encuentra sosiego. Los románticos quieren abarcarlo todo; sufrir y gozar intensamente, apurar todas las contradicciones que captan en el fondo del alma humana. Abundan entre ellos los extremismos políticos y vitales, las pasiones incontroladas, el afán de aventura y rebeldía, el nacionalismo exacerbado, la pasión por el cambio, la exaltación seguida de la depresión, e incluso el suicidio como expresión máxima de libertad y rebeldía.
El hombre romántico, enardecido de amor a su patria, se vuelca hacia la política, la tribuna, las sociedades secretas o la prensa, para intentar fluir en la vida pública; así se irán difundiendo las ideas que triunfaran en Europa: las ideas liberales. Aunque en un principio el romanticismo volvió sus ojos con nostalgia al pasado, buscando la tradición cristiana y romántica y en sus primeros años aparece ligado a las ideas de la Restauración -en cuanto significaba la liquidación del imperialismo napoleónico y la reacción frente a los principios enciclopédicos de la Revolución Francesa-, al final acabó vinculándose al liberalismo. “El romanticismo es el liberalismo en literatura” (Victor Hugo dixit.) Y es que el liberalismo y el romanticismo comparten un rasgo esencial: el individualismo. Es decir, valoran enormemente la sensibilidad, la fantasía, lo espontaneo, lo específico de cada hombre y de cada pueblo y proclaman la libertad del arte frente a la estética clásica de la imitación. Apreciarán las obras de arte medievales y barrocas, y exaltaran al héroe individualista, al que esta proscrito de la sociedad, aunque sea un bandido.
El romántico expresará sus sentimientos más íntimos, generalmente teñidos de melancolía, tristeza y desesperación. Se siente incomprendido y solo, en un mundo demasiado grosero para comprender la elevación de sus sentimientos.
Larra es la máxima expresión de estos sentimientos. Y este libro es una recopilación de todos sus artículos, que fueron publicados en sus periódicos, y que son una fuerte crítica a la sociedad española del momento –aunque bien podría aplicarse a la actual-; critica la hipocresía, a la gente que intenta aparentar lo que no es. Critica y satiriza el tradicional hombre castellano, la pasividad y vaguería que siente el español por trabajar y todo lo que para él implicaba un grave atraso para su país. Su crítica era constructiva, ya que intentaba alimentar el progreso y el esfuerzo de sus conciudadanos para mejorar su país.
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