“Físico y pensador,
Espadachín audaz,
Conversador mordaz,
Músico y escritor.
En sueños, volador,
Y amante clandestino,
Aquí yace Sabino
Hércules de Cyrano
De Bergerac. Su sino:
Ser todo y serlo en vano”.
Cyrano de Bergerac es un milagro de la literatura; un personaje de ficción que encarna la desgracia, la timidez, el apocamiento, y sobre todo, el fracaso, y que aun así logra levantar el espíritu vencido y desilusionado de todo un pueblo. Es un personaje que fracasa en el amor, en la sociedad, en la vida, en la literatura y hasta en la manera de morir. “He fracasado hasta en mi propia muerte”, dice a punto de morir, descalabrado por el leño que un lacayo le arroja sobre una ventana.
Muchos dirán que Cyrano es un personaje chulesco, provocador, fanfarrón e insoportable. Tienen razón, pero sus virtudes pueden más: desprecia el dinero, la fama, los honores, la posición social, el amor fácil y el donjuaneo, ama la temeridad, el peligro, el amor silencioso e imposible, la poesía y la sátira. Es un hombre que hasta el último momento de su vida consigue mantener intacta su dignidad, consigue mantener ilesa su independencia, viva y destellante su ironía e indomable su libertad.
La obra se divide en cinco actos y está escrita en verso. En ellos descubriremos la personalidad admirable de Cyrano que, enamorado de su prima Roxana y cuando ella le confiesa su amor por Cristán –un recluta del cuerpo de los cadetes de Gascuña- y le pide que le proteja él lo hará en todo momento.
Cyrano propone a Cristán, tan guapo como tosco para la elocuencia, escribir sus cartas de amor a Roxana y así poderle mostrar a su amada sus verdaderos sentimientos. Cuando Cristán y Roxana se encuentran cara a cara el encuentro es un desastre, pues Roxana no encuentra en Cristán lo hallado en las cartas.
Se produce de nuevo otro encuentro, bajo la luz de la luna, Roxana en su balcón y Cristán y Cyrano debajo de él, escondidos tras un árbol donde Cyrano volverá a hacer alarde de sus sentimientos.
Esa misma noche habrán de marchar al frente donde Roxana confiesa a Cristán que si bien su amor comenzó por su atractivo físico, ahora está prendada de su alma.
Cristán, abatido y al descubrir el amor de Cyrano por Roxana, le pide antes de morir que le cuente toda la verdad. Pero Cyrano no lo hará hasta que es demasiado tarde, justo antes de morir recitará de memoria una carta que escribió a Roxana y ella se dará cuenta de que ha sido él el autor de las cartas y el hombre del que de verdad ha estado enamorada.
Hasta en el último momento Cyrano se muestra valiente y satírico, ridiculizando su nariz, lo que le hace como es, lo que condiciona su carácter, su vida y su paradoja, y en definitiva lo que le catapulta hacia el mito y hacia la gloria.
“Me habéis quitado todo: el laurel y la rosal
Pero, por más que os pese, aún me queda una cosa
Que no podréis quitarme, y que esta noche, cuando
Cruce el umbral del cielo, aún seguirá brillando.
Es algo que me llevo para que Dios sonría,
Y en sus brazos me tome divertido y feliz.
Mi penacho, lleno de gallardía,
Y la brava postura de mi fiera nariz.”