viernes, 14 de diciembre de 2012

"TRANSFORMAR LAS VILLAS DE EMERGENCIA EN BARRIOS OBREROS"

A ello tienen derecho:

-Porque son víctimas de un afligente desarraigo impuesto por la estructuración injusta de la sociedad. 
-Porque son los obreros que construyen día a día la grandeza de la patria, desde las tareas más humildes, más pesadas y peor remuneradas.
-Porque son hombres que se superan día a día: sobre la incertidumbre e inseguridad que los rodea, construyen sus casas de material, mejoran los pasillos y calles, colocan con su esfuerzo y aporte personal, cañerías de agua, instalaciones eléctricas, dispensarios, escuelitas, locales de recreación, etc.
Quienes tenemos la gracia de convivir con los “villeros”, debemos testimoniar la inmensa riqueza de valores humanos y cristianos que se da en la mayoría de ellos. Nada más injusto e inexacto que la falsa imagen de indolencia y vicio conque los “del asfalto” pretenden cubrir la triste realidad de las villas para eludir su responsabilidad social respecto a las mismas.


Por lo tanto, reclamamos de los poderes públicos: 


—Que en lugar del fracasado e ineficaz plan de erradicación, se planee con realismo y eficacia la construcción de viviendas obreras en los mismos terrenos de las villas asignándose los fondos necesarios y utilizando, en parte al menos, la mano de obra de los propios interesados. 

—Que se faciliten créditos para vivienda, realmente al alcance de los que ya con grandes sacrificios han adquirido un lote de terreno. 

—Que de inmediato se derogue el artículo 4 sobre el
congelamiento de las Villas. 


—Que se preste eficaz apoyo a las iniciativas emprendidas por los interesados en pro del mejoramiento de las Villas y por lo tanto que: “Obras Sanitarias” multiplique los grifos de agua potable. En plena Capital, hay quienes deben caminar 500 metros para sacar agua, y colas de 20 ó 30 personas ante los grifos. Que SEGBA dé pronto curso a las innumerables gestiones hechas y provea de inmediato las conexiones y suficiente energía eléctrica. 

—Que la Municipalidad disponga de inmediato la reparación de calles y pasillos y asegure la recolección diaria de basura, foco temible de infecciones. Este llamado a la opinión pública y a las autoridades responde únicamente a nuestro propósito de ser fieles a la verdad y de cumplir nuestra misión sacerdotal de denunciar injusticias.

Quiere además ser una modesta expresión del amor solidario a nuestros hermanos de las villas, de los que tanto recibimos y de cuya humildad y pobreza queremos participar para ser con ellos los privilegiados del Evangelio.


EQUIPO PASTORAL DE VILLAS: Héctor Botan, Jorge Vernazza, Carlos Mugica, Manuel Pérez Villa, Rodolfo Ricciardelli, Jorge Goñi y José María Meisegeier.





Reflexiones sobre la urbanización y el respeto por la cultura villera

 “Vivir en la villa hace que los sacerdotes del equipo para villas de emergencia tengamos una mirada particular de esta realidad, que difiere la mayoría de las veces de la observación que pueda tener alguien que viene de afuera de la villa, ya sea un profesional o alguien vinculado a la actividad política. 

     “Vivir en la villa nos hace comprender, entender y valorar la vida en ella de manera distinta a lo que se escucha habitualmente en el periodismo amarillo, que parece sugerir que las villas son las causantes de la mayoría de los problemas de nuestra querida Buenos Aires. 

     “En estas reflexiones queremos acercar una mirada positiva de la cultura que se da en la villa, ya que para nosotros es una gracia de Dios vivir en ella. 

     “No ignoramos los delicados problemas que los vecinos vivimos en la villa: la violencia familiar, los abusos, el consumo de drogas, sólo para nombrar algunos, aunque estos y otros están también presentes en el resto de la ciudad de forma menos expuesta, o más maquillada. Como sacerdotes intentamos humildemente mirar de frente los problemas, verlos con el corazón y comprometernos con las manos en su resolución. 

     “Sin embargo, para nosotros la villa no es un lugar solo para ayudar, es más bien el ámbito que nos enseña una vida más humana, y por consiguiente más cristiana. Valoramos la cultura que se da en la villa, que surge de los encuentros de los valores más nobles y propios del interior del país o de los países vecinos, con la realidad urbana.

     “La cultura villera no es otra cosa que la rica cultura popular de nuestros pueblos latinoamericanos. Es el cristianismo popular que nace de la primera evangelización; el pueblo siempre lo vivió como propio, con autonomía y siempre desde su vida de cada día. Es un cristianismo no eclesiástico, ni tampoco secularista, sino con auténticos valores evangélicos. 

     “Cuando el pueblo que vive en la villa celebra, celebra la vida, la vida natural, pero como es cristiano por su fe sabe que esa vida culmina, se plenifica en la Vida de Dios. Cuando por ejemplo celebra a la Virgen (Luján, Caacupé, Copacabana, etc.) en esas fiestas pone en juego valores como la fraternidad, la solidaridad y la paz, ya que es la Madre de todos, la que nos convoca y en este tipo de fiestas fortalece el tejido social. El pueblo que celebra en la villa celebra la vida, porque se organiza en torno a ella, anhela y lucha por una vida más digna. Y, en este sentido, la cultura villera tiene un modo propio de concebir y utilizar el espacio público. Así la calle es la extensión natural del propio hogar, no simplemente lugar de tránsito, sino lugar donde generar vínculos con los vecinos, donde encontrar la posibilidad de expresarse, el lugar de la celebración popular. 

     “La cultura de la villa tiene características muy positivas, que son un aporte para el tiempo que nos toca vivir, se expresa en valores como la solidaridad; dar la vida por otro; preferir el nacimiento a la muerte; dar un entierro cristiano a sus muertos; cuidar del enfermo. Ofrecer un lugar para el enfermo en la propia casa; compartir el pan con el hambriento: "donde comen 10 comen 12"; la paciencia y la fortaleza frente a las grandes adversidades, etc. Valores que se sustentan en que la medida de cada ser humano es Dios y no el dinero. 

    “La cultura villera señala valores evangélicos muy olvidados por la sociedad liberal de la ciudad. Sociedad liberal que se organiza y se hace fiesta en torno al poder y a la riqueza, y que es expresión de ideologías de derecha a izquierda. 

     “Por eso, ante el planteo de urbanización de las villas –planteo que preferimos al de erradicación la cual nos recuerda las topadoras- nos preguntamos qué significa. 

     “Porque, ¡Atentos! Si urbanización significa que la cultura porteña invada con su vanidad la cultura villera pensando que progreso es darle a los "villeros" todo lo que necesiten para ser una "sociedad civilizada", no estamos de acuerdo. 

     ¿Por qué pensar que el cambio de apariencias –cambio de una casa de ladrillo y chapa hecha por el esfuerzo del villero por otra casa del Instituto de la Vivienda de varios pisos- es ya un progreso?; en ese caso, ¿urbanización no será más bien otra cosa que aprolijar la villa para que el resto de la ciudad no chille y dejarla conforme?; ¿Cuándo se piensa solamente en hacer casas que estén pintadas?, ¿acaso no hay sobrados ejemplos de barrios que cambiaron su fisonomía, y su realidad es peor que la vida hace tiempo? 

     “Pensamos que la palabra urbanizar es unilateral, se da desde el poder –no necesariamente con mala intención- y muestra una desvalorización de la cultura de la villa. Creemos que la ciudad piensa que debe eliminar la villa y que desconoce su cultura popular multifacética. El planteo de urbanización debe ser respetuoso de una auténtica cultura como es la villera y no querer barnizarla, o lo que es más grave aún borrarla de un plumazo. 

     “No creemos en esta urbanización, más bien creemos en un encuentro de culturas que conviven, aprenden, comparten. ¿Acaso no sería bueno que el resto de los barrios porteños conozcan y valoren las vivencias y creencias de los villeros? Si la ciudad no quiere colonizar la villa deberá tener un corazón humilde capaz de escuchar la palabra de inmensas barriadas que tienen mucho que decir. 

     “La excesiva mediatización del gobierno y organismos a través de los punteros barriales ha sido a lo largo de los años uno de los factores del gran desconocimiento de la villa y de su cultura. 

     “A algunos que quizá comenzaron como representantes de su barrio los han convertido en representantes remunerados de otros intereses, la referencia de lo que es la villa quedó en manos de este puñado de serviles al sistema. Por eso, son pocos los que desde los estamentos del gobierno u organizaciones conocen y valoran la cultura villera. 

     “¿Qué elementos entonces debería completar este encuentro de culturas donde urbanizar no sea colonizar, sino más bien una integración de culturas que dialogan y aprenden entre sí dando lo más positivo que tienen?

     “¿Acaso urbanizar no sería más bien crear situaciones positivas donde se den las mismas posibilidades a los que viven en la villa que a los que viven en Belgrano o cualquier otro lugar de la ciudad? ¿No será urbanizar garantizar el acceso escolar para todos los niños y jóvenes de la villa, o que cuando se inauguren las salitas de salud cuenten con el mínimo indispensable como son las cloacas? 

     “¿No será urbanizar el día que los médicos, sacerdotes, abogados, profesores o capataces surjan de las villas para que imbuidos de la solidaridad de la cultura villera pongan su vida al servicio de su barrio, de la ciudad, del país? Más que urbanizar nos gusta hablar de integración urbana, esto es, respetar la idiosincrasia de los pueblos, sus costumbres, su modo de construir, su ingenio para aprovechar tiempo y espacio, respetar su lugar, que tiene su propia historia. 

     “Sin duda debe de haber un camino de mejoramiento de la calidad de vida en las villas –fue y es una preocupación de este equipo- pero es fundamental en este camino poner el oído en el corazón del villero para que las posibles soluciones no provengan de oficinas donde trabajan técnicos que ignoran la realidad, y que en lugar de mejorarla la empeoran. Sirvan de ejemplo esos planes que se bajan indiscriminadamente, y que en vez de incentivar el estudio facilitan que el chico deje la escuela para cobrarlos, o que la motivación para hacer una actividad deportiva vaya detrás de un plan. En este tipo de asistencialismo –o habría que decir clientelismo- perpetúa la dependencia mental y atrofia la capacidad de los asistidos para convertirse en ciudadanos responsables de su futuro. 

     “Por lo tanto entendemos que lo positivo de la urbanización es una preocupación del resto de la ciudad para con la villa, tratando de darle una mejor calidad de vida, pero a nuestro entender, así sin más sería no valorar y tener presente lo que la villa puede aportar al resto de la ciudad. Para nosotros la integración urbana sería el camino que debería recorrerse en la Ciudad de Buenos Aires”.

martes, 4 de diciembre de 2012

"Peronismo y cristianismo" Padre Carlos Mugica

Un libro donde conocemos el pensamiento del padre Carlos Mugica, un sacerdote argentino que dio su vida por los más pobres y desfavorecidos y dónde la mayor parte de su labor comunitaria tomó lugar en la Villa de Retiro. Para él era muy importante su labor, pues hacia que la gente de la villa tomara conciencia por si misma y luchara por las injusticias. "...Creo que lo más importante que nosotros hacemos en la villa es hacerle tomar conciencia a los villeros de que son hijos de Dios. Y creo que para un hombre, tomar conciencia de que es hijo de Dios es tremendamente dinamizante. Porque si soy hijo de Diosno voy a dejar que el patrón me ponga el pie encima (...) No me voy a dejar aplastar porque tengo dignidad." 

En esta obra Mugica hace una dura crítica a los falsos cristianos, que para él son aquellos que no se comprometen con el pueblo y que viven su vida al margen de lo que pasa a su alrededor o de lo que no les afecta personalmente. También desprecia a los ricos pues afirma que la única forma de que los pobres dejen de ser pobres es que los ricos dejen de ser ricos. "Porque esta sociedad es inmoral, no solamente porque las riquezas se reparten en forma desigual, sino porque el tipo de hombre que propone esta sociedad es un hombre  alienado, un hombre inhumano, es el hombre consumidor, el hombre que "tiene". (...) y el tipo que tiene el Torino, tiene mentalidad de tipo que tiene un Torino, mentalidad de opresor"
Defendía el peronismo porque entonces era el que más se acercaba a los pobres y humildes y lo relacionaba con el cristianismo. Se comprometía políticamente porque hacer política es la única manera de transformar la sociedad, porque la política no tiende al bien de uno sino al bien de toda la sociedad.

Mugica fue un revolucionario. No solo con palabras sino con hechos. Denunciaba las desigualdades y siempre llamaba a un papel activo de compromiso al cristianismo. Su acción y compromiso le costó la persecución e incluso la muerte. Fue asesinado  el 11 de mayo de 1974 en la puerta de la Iglesia donde estaba dando misa. Su muerte "aún no se ha esclarecido".