domingo, 25 de marzo de 2012

"Tendríamos que haber venido solos" primer tomo de una trilogía

El escritor argentino afincado en Madrid Guillermo Roz inicia una trilogía autobiográfica con la novela "Tendríamos que haber venido solos", en la que destila una visión cáustica, grotesca y tragicómica de la Argentina de los años 70.

La historia trata de una visita que el protagonista, Norberto, y su novia embarazada hacen con su suegra para ver su primera casa, situada en las afueras de la ciudad, donde, sin que lo sospechen, sus vidas cambiarán para siempre.  El origen de la novela es "una anécdota" familiar: trata de un viaje iniciático que sus padres hicieron para conocer su primer piso, "ganado en un sorteo", y en el que estaban acompañados por su abuela, "que siempre decía algo más".
Comentarios de su abuela, como "tan lejos se van a ir a vivir", siempre moviéndose entre la simpatía y la grosería, motivaron una mutua mirada de sus padres y la frase que quedó grabada más tarde en el pequeño Guillermo: "Tendríamos que haber venido solos".

La escena, reconoce Roz, está copiada ahora en la novela, pero "lo demás es imaginado" y su imaginación, dice, "es muy perversa" y por eso esa pareja y la mujer que les acompaña viven situaciones que se convierten en una pesadilla.
En palabras del propio autor, "una tormenta salvaje les lleva a un accidente, ante el cual han de tomar cartas en el asunto y a veces las decisiones son nuevos accidentes, nuevas pesadillas".

"Tendríamos que haber venido solos" es el inicio de una trilogía que tiene en común unos espacios geográficos, la tensión de thriller y una estructura cinematográfica.
Roz califica estas tres novelas, que ya tiene escritas, de "trilogía del thriller triste", protagonizada por unos personajes que "buscan la felicidad, pero en ese tránsito conocen todas las esquinas de la infelicidad".

La intención del autor argentino es hablar de ese puzzle que constituyen los seres humanos, en el que siempre falta una pieza, que difícilmente se encuentra.
El humor es fundamental en sus novelas, admite Roz, para quien " es el salvoconducto de toda tragedia" y determina que "quien aprende a reirse de sí mismo, a ver el lado más surrealista de la vida, está tocado por una varita mágica".
Piensa Roz que la novela es un homenaje a la memoria de sus padres, "más que a una memoria personal", una memoria que ahora él ha reconstruido a partir de "las palabras" de su infancia, de sus padres y de "los colores sepia de las fotos familiares".

Aceptaría el escritor que su novela fuera costumbrista, "si ser costumbrista también quiere decir que en un momento el costumbrismo se puede desenfocar hacia lo salvaje", precisa.
Recuerda con cierta nostalgia su establecimiento en España, que decidió tras su segunda visita turística a Madrid, tras ver la Biblioteca Nacional.
"Visitar la Biblioteca Nacional fue un disparador de todos mis sueños literarios, y allí viví un momento de misticismo literario, me di cuenta de que esta tierra tenía una magia literaria especial, con un movimiento de libros y de autores jóvenes que no había en mi país", dice.
Y fue así como decidió quedarse, con un poco de ropa y las obras completas de Borges bajo el brazo, un autor a quien considera el máximo representante en la literatura, sólo después de Cervantes.

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