jueves, 7 de julio de 2016

Kafka, la condena autoimpuesta

Extraordinario, neurótico, autoexigente, solitario, pero vital, nunca estaba satisfecho con nada. Amaba a Dickens y Cervantes, pero por Flaubert sentía una gran admiración. Era vegetariano, ateo, dominaba seis idiomas y vivió con sus padres hasta los 31. La incomprensión que sentía por parte de ellos queda reflejada en su obra más conocida "La metamorfosis", y en "Carta al padre" de forma más explícita. 

Nació en la República Checa en el seno de una familia judía, siendo el mayor de seis hermanos, dos de los cuales fallecieron más tarde, y sus tres hermanas exterminadas en un campo de concentración nazi. Su vida amorosa fue siempre un desastre, llegando a comprometerse cinco veces pero nunca llegándose a casar. Más bien parecía un hombre condenado a una soledad que le convirtió en genio, o al revés. Sus inseguridades y sus complejos le separarían siempre de cualquier mujer o relación. No era de extrañar que visitara burdeles asiduamente y que tuviera en casa cientos de revistas pornográficas. Su frustración se intensificaba al estar condenado a un trabajo que no le motivaba en absoluto; trabajaba en una compañía de seguros por las mañanas, aunque eso le dejaba tiempo para dedicarse a su verdadera vocación en las tardes: escribir. Escribió en una sola noche su obra "La condena", quizá como catarsis del verdadero sufrimiento que le provocaba su relación con Felice Bauer, el amor de su vida, a quien está dedicado el relato. Su sufrimiento más bien se debía a, como ya he dicho antes, sus inseguridades, complejos y miedos que no dudaba en manifestarselo constantemente en las diversas cartas que le enviaba a Felice. En una de ellas, Kafka le pide matrimonio y ella acepta, pero el tormento de Kafka le llevará a huir del compromiso e ingresará en un sanatorio, donde se enamorará de otra mujer. Tiempo más tarde volverá a comprometerse con Felice, y de nuevo volverá a romper un mes más tarde. Esa situación volverá a repetirse una vez más. 


Kafka, que había ya contraído la tuberculosis, fue apagándose poco a poco hasta morir en un sanatorio de Kierling (Austria), en 1924. Antes de ello, pidió a su amigo Max Brod que quemara todo su trabajo literario, pero gracias a la traición de su amigo, conocemos todo el legado Kafkiano.




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